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Ser soltero está bien

  • Foto del escritor: Hallyu Colombia
    Hallyu Colombia
  • hace 3 minutos
  • 3 Min. de lectura

Por: Yeimy Muñoz

Las luces de Seúl brillaban con fuerza esa noche, reflejándose en los charcos de la última lluvia. El Día del Soltero había llegado, y aunque muchos lo veían como una excusa para lamentarse o celebrar su independencia, para otros simplemente era una noche más.


En una pequeña cafetería escondida en un callejón de Itaewon, Kim Rae Won estaba sentado en una esquina, disfrutando de un café americano bien cargado. No era fan de los días con títulos absurdos, pero después de semanas de rodaje y entrevistas, necesitaba un respiro. No llevaba nada que llamara la atención, solo una gorra oscura y una chaqueta negra que lo hacían casi invisible entre la clientela.


El sonar de la puerta hizo que levantara la vista justo cuando Lee Dong Wook entraba, sacudiéndose el agua de la chaqueta como un perro que sale de la lluvia. Al verlo, Rae Won no pudo evitar sonreír y alzar su taza en modo de saludo.


—¿Te perseguía una nube o qué? —bromeó.


Dong Wook rodó los ojos mientras se acercaba y se dejaba caer en la silla frente a él.


—Deberías agradecer que dejé mi cama para venir a verte —respondió, fingiendo un tono molesto.


—¿Y desde cuándo la cama te prepara café y te escucha quejarte? —Rae Won le dio una mirada divertida, antes de darle otro sorbo a su café.


Dong Wook suspiró y echó un vistazo al menú colgado en la pared, sin mucho entusiasmo.


—Me pregunto qué clase de gente sale sola hoy —murmuró.


—Probablemente, los que necesitan paz —replicó Rae Won, encogiéndose de hombros—. Además, es mejor estar aquí, que en esos bares llenos de solteros desesperados por compañía.


La conversación quedó en pausa cuando la mesera llegó a tomar el pedido de Dong Wook, quien se decidió por un latte de vainilla y un trozo de pastel de crema de arroz. Ella sonrió amablemente, y él, siempre encantador, le devolvió el gesto con una inclinación ligera de cabeza.


Cuando la chica se alejó, Dong Wook alzó una ceja.


—¿Qué pasa? —preguntó Rae Won, notando su expresión.


—¿No te parece irónico? —comentó Dong Wook mientras se quitaba la chaqueta y la colgaba en el respaldo de la silla—. Somos dos de los solteros más codiciados de Corea y estamos aquí, escondidos en una cafetería, hablando de lo genial que es estar solos.


—Lo genial es el café —corrigió Rae Won—. Pero sí…, supongo que tienes razón.


Dong Wook sonrió con cierto aire melancólico.


—A veces me pregunto si nos hemos acostumbrado demasiado a esta soledad —dijo en voz baja—. Entre el trabajo y la vida pública, es más fácil dejar todo así que arriesgarse.


Rae Won lo miró de reojo, comprendiendo a lo que se refería.


—Puede ser —admitió—. Pero también está bien así. No necesitamos probar nada a nadie.


La mesera regresó con el latte y el pastel, y Dong Wook le agradeció con una sonrisa deslumbrante que hizo que ella se sonrojara. Partió un trozo de pastel y lo probó con curiosidad.


—Está bueno —murmuró—. Aunque sabe a algo que comíamos cuando éramos trainees, ¿recuerdas?


Rae Won soltó una carcajada.


—¡Claro! Aquel pastel barato que alguien siempre traía a los ensayos…, y lo partíamos en pedazos minúsculos para que alcanzara.


Dong Wook asintió, la nostalgia dibujando una sonrisa suave en su rostro.


—Supongo que lo bueno de ser soltero es que no tengo que compartirlo —dijo, tomando otro bocado.


—Tampoco compartirías si no lo fueras —se burló Rae Won.


Los dos rieron suavemente, dejando que el sonido del café lleno y el murmullo bajo de la música de fondo los envolviera. Aunque eran dos de los rostros más conocidos del país, en ese pequeño rincón de Itaewon, podían ser simplemente dos amigos disfrutando de una noche tranquila.


Y, por alguna razón, eso les parecía suficiente.




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