Carta a mi rosa.

Por: Waysa

Imagen de referencia / freepik.com

Deseo vomitar cada pétalo que he tragado. Acariciar cada espina. Curar cada herida en mis dedos. No quiero arder, no te quiero ver arder. Ya no quiero ocultar los pinchazos de mis dedos en la oscuridad. No quiero más infecciones en mis manos. Pero mi rosa, no mueras, perdóname, pero no te seques.

Tus espinas podrán doler, pero son solo mías, son solo tuyas, son preciosas. Cada rasguño me recuerda mis anhelos, mi estúpida convicción, de que podía domarte, de que un día también te creí peligrosa. Pero rosa, mi hermosa rosa, eres mucho más que peligrosa, eres mi única perdición, porque no tengo otro destino más que estar contigo.

Mis manos ya no te rodearán, mereces un destino sin mis cadenas, mis dedos te llevarán con toda la delicadeza de mi alma y acariciarán tu belleza con la paciencia de un amor añejo. Tus pétalos no siempre me hechizarán, pero prometo no olvidarte jamás. Así que rosa, mi preciosa rosa, no te seques.

No te regaré con el agua que me hace arder, no me lo perdonaría. Crecerás por tu propia belleza salvaje. Pero te espero, con mi destino dispuesto y mi piel lastimada, te espero. Y sanaremos juntos, mi rosa, lo haremos. Y florecerás de nuevo en el bosque de mi alma. Y no te lo impediré, porque rosa, mi hermosa rosa, yo te quiero.

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Corazón que siente, flor que florece.

Si el fuego no cesa el humo es creciente. 

En casa cerrada el humo te duerme,

Salga la nube o que el fuego te queme.

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